Cousteau y la imagen del pulpo de Victor Hugo
Published Sunday, January 29, 2006 by Spyder | E-mail this post
Consideremos ahora el caso del pulpo, tan calumniado el pobre. El pulpo debe la mayor parte de su celebridad a Víctor Hugo, quien, en Los trabajadores del mar, relató la manera como el pulpo ingiere su alimento, en este caso un ser humano.
"Uno entra en la bestia -escribió-. La hidra se incorpora al hombre: el hombre se amalgama con la hidra. Los dos se convierten en uno. El tigre sólo puede devorar a su víctima: el pulpo la aspira, la atrae hacia sí, la hace penetrar en su interior y, ligada y desvalida, ésta se siente vaciada en su terrible saco, que es un monstruo. Ser comido vivo es más que terrible; pero verse bebido vivo es algo inexpresable".
Esta era la imagen que nosotros teníamos del pulpo cuando nos aventuramos en nuestras primeras inmersiones. Después de encontrarnos con varios de estos cefalópodos, llegamos a la conclusión de que la expresión "bebido vivo" era más aplicable a la condición en que se hallaba el novelista cuando escribió el pasaje de marras que a la situación de un ser humano que se tropieza con un pulpo.
Hemos ofrecido nuestras propias personas en incontables ocasiones para esta terrible libación. Al principio sentíamos una repulsión natural al tocar las viscosas superficies de rocas y animales marinos, pero descubrimos que las yemas de nuestros dedos no nos transmitían esta sensación. Esto hizo que nos resultase más fácil tocar por primera vez un pulpo vivo. Vimos a muchos de estos animales en el fondo o asidos a los arrecifes. Dumas Se atrevió un día a arrancar con sus propias manos a un pulpo de un escollo. Sentía algo de aprensión pero se trataba de un ejemplar de pequeño tamaño y Didi creyó que él era demasiado trago para el bicho. Si Dumas daba muestras de timidez el pobre pulpo estaba completamente aterrorizado. Se debatió desesperadamente para escapar del monstruo de cuatro brazos hasta que por último consiguió desasirse. Se alejó por medio de una lenta propulsión a chorro arrojando surtidores de su famosa tinta.
J. Y. Cousteau y Frédéric Dumas –El mundo silencioso-
Labels: Literatura
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