Los misterios del mundo animal , Pulpo Gigante: el pez diablo Ricardo Santiago Katz (*)rskatz4@hotmail.comEn la Isla canadiense de Vancouver habitan pulpos de aproximadamente 50 kilos de peso.
Sobre el puente de la pequeña embarcación, inmóvil en la costa de Victoria, en la isla canadiense de Vancouver, todo está listo para iniciar la inmersión e ir al encuentro del escurridizo pulpo gigante, o lo que es lo mismo, el octopus dofleini, una bestia cuyos machos pueden alcanzar los 50 kilos de peso y las hembras unos 30 kilos.
Cosgrove, investigador del Royal British Columbia Museum Victoria, que desde hace 28 años estudia los pulpos del estrecho de Juan de Fuca, conjuntamente con el fotógrafo Jeff Rotman, se zambullen en las gélidas aguas de Race Rocks.
Mientras descienden a lo largo de las paredes rocosas escrutan en las hendiduras de la escollera buscando los posibles escondites del pulpo. Sobre el fondo del mar, 25 metros bajo la superficie, un grupo de conchas vacías, como si fuera una “X” trazada sobre el mapa de un tesoro, señalan la entrada de la guarida.
Los estudiosos saben que hacerlo salir es tan difícil como peligroso. Con sus ocho tentáculos, podría mover con facilidad 300 kilos. Para lograr sacarlo, se rocía en la guarida una sustancia química inocua que molesta al animal que, poco a poco, se asoma desde su refugio y comienza a investigar con los tentáculos que o quien osa interrumpir su tranquilidad.
Los órganos sensoriales de los pulpos llamados mio-receptores, se encuentran en los bordes de las ventosas. Con ellos fijan las características físicas y el sabor de cuanto los rodea, sobre todo de sus presas. Tanto es así, que los pulpos tienen la nariz al final de los brazos.
El pulpo capturado se trata de un ejemplar adulto, con unos tentáculos de alrededor de dos metros y medio y un peso de 32 kilos. Es un macho, lo que se reconoce fácilmente, por la punta en forma de cuchara que posee en la parte final derecha de su tercer tentáculo. Esta punta, conocida como hectocotylus, es su órgano sexual.
Durante 28 años he vigilado atentamente las idas y venidas de los pulpos, cuenta Cosgrove que: “sus escaramuzas sexuales, los nacimientos y las muertes. Son animales reservados, gentiles y fascinantes. Te exploran y te confunden, pero no muerden. Antes que molestar, prefieren irse de puntillas con sus tentáculos”
En el transcurso de sus investigaciones ha descubierto que las hembras prefieren permanecer en el mismo lugar durante la puesta de los huevos -el récord está en 202 días-, mientras que los machos se trasladan más rápidamente para encontrar nuevas compañeras.
Los pulpos también tienen inclinación a ocupar el mayor número de guaridas libres. Apenas muere o se marcha un ejemplar, otro de dimensiones similares ocupa su puesto.
Como otros animales, los pulpos tienen su territorio de caza y se mueven dentro de un cuadrado de, aproximadamente, 140 metros de lado en sus partidas de caza, pero no agreden a sus congéneres.
Un pulpo no intenta entrar en la guarida de otro de un tamaño similar para comérselo, para expulsarlo u ocupar su puesto. En todo caso prefieren ponerse de acuerdo.
Los ejemplares mayores, por el contrario, se comen a los menores, y esto puede explicar la razón por la cual solamente los pulpos de una misma talla y edad viven cerca.
Se ha descubierto que los pulpos no son cazadores, exclusivamente, nocturnos. Esta conclusión ha derivado de un experimento llevado a cabo por los investigadores, después de haber acoplado pequeños emisores de ultrasonido a varios ejemplares, siguiendo sus movimientos durante tres semanas.
Para capturar a sus presas, los pulpos utilizan la vista y el olfato, ambos muy desarrollados. Pero, mientras que el hombre tiene los ojos situados dentro del cráneo, el elástico pulpo puede girarlos 180 grados simplemente elevando la piel de la cabeza.
Generalmente, un pulpo hembra puede traer al mundo hasta 50.000 pequeños, pero son muy pocos los que logran sobrevivir el tiempo suficiente para reproducirse. Los huevos eclosionan de noche, pero los depredadores los descubren muy pronto, el 90 % de los nacidos son devorados en su primera hora de vida por los cangrejos y los peces.
Estos animales no han sido puestos en peligro por el hombre pero, junto a otros cefalópodos como la sepia y los calamares, parecen destinados a desaparecer -en términos evolutivos- porque la mayor parte de ellos no tienen suficientes dotes para la supervivencia a los cambios ambientales.
(*) Licenciado en Ciencias de la Educación y escritor bonaerense
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