Las aventuras evolutivas de los cefalópodos no sólo dieron lugar a la aparición de nuevos grupos de seres vivos, sino que también aportaron asombrosas soluciones a los “problemas de la vida diaria” de los invertebrados. Por ejemplo, cuando decimos que los cefalópodos son parientes de las almejas y los caracoles, una de las cosas que más nos llama la atención es la enorme diferencia de movilidad que existe entre ellos. Frente a la lentitud de movimientos de los moluscos bivalvos y gasterópodos, los moluscos cefalópodos exhiben una capacidad asombrosa para desplazarse a gran velocidad de una forma que se nos antoja fácil y elegante. Lo más curioso es que el sifón, el órgano que los cefalópodos utilizan para desplazarse mediante propulsión a chorro, es en realidad una modificación evolutiva del pie de los caracoles.
Otro aspecto muy curioso de la biología de los cefalópodos es que, con excepción de los Nautilus, todos tienen tres corazones y la sangre de color azul. Dos de los corazones llevan la sangre sin oxígeno a las branquias y el tercero transporta la sangre oxigenada al resto del cuerpo. El color azul del líquido vital se debe a que los pulpos, sepias y calamares utilizan hemocianina en lugar de hemoglobina como molécula transportadora de oxígeno, y la hemocianina es una molécula que contiene cobre en vez de hierro, de ahí su elegante color azul pálido.
Los cefalópodos poseen muchas otras características sorprendentes: un cuerpo blando que les permite cambiar de forma, órganos que emiten luz, sistemas de flotación con los que pueden desplazarse sin apenas esfuerzo, un pico endurecido similar al de los loros, una lengua con dientes que se conoce como rádula y glándulas productoras de tinta, una sustancia que utilizan como trampa y para escapar de sus enemigos. Incluso algunos cefalópodos producen venenos con los que paralizan a sus presas. De hecho, el pequeño Pulpo de Anillos Azules del Pacífico (Haphalochlaena lunulata) es uno de los animales más venenosos del planeta. Su saliva contiene una potente toxina que paraliza en segundos el sistema nervioso de sus víctimas
Pero si por algo son famosos los cefalópodos es por poseer numerosos brazos y tentáculos, una piel asombrosa que cambia de color y textura, y un sistema nervioso muy desarrollado.
A la hora de hablar de extremidades de los cefalópodos es necesario distinguir entre brazos y tentáculos. Los pulpos comunes (Octopus vulgaris), por ejemplo, tienen ocho brazos y ningún tentáculo. Los calamares y la sepias tienen ocho brazos y dos tentáculos. Y los Nautilus tienen entre 63 y 94 brazos, según la especie de que se trate. Como norma general, podríamos decir que los tentáculos son largos miembros especiales que se extienden para capturar a las presas. La mayoría de lo cefalópodos tienen una o más filas de ventosas en sus brazos. En muchas especies de calamares las ventosas están reforzadas con anillos dentados y en algunas otras han sido sustituidas por ganchos. En estos casos, las ventosas actúan como auténticas armas que el animal utiliza para cazar y defenderse. Recordemos, por ejemplo, las cicatrices circulares que aparecen en la piel de los cachalotes y que son el resultado de las luchas que mantienen con los calamares gigantes que habitan el abismo oeánico. En los brazos y tentáculos de los cefalópodos se concentran además las células del tacto.
La piel de los cefalópodos es un órgano prodigioso. Tiene una estructura muy compleja y posee tres tipos diferentes de células con pigmentos: los cromatóforos, los iridóforos y los leucóforos. Los cromatóforos actúan concentrando o extendiendo pigmentos de diferentes colores, mientras que los iridóforos y leucóforos reflejan y refractan la luz. Gracias a las múltiples combinaciones posibles entre estos tres tipos de células y a la alta capacidad de control nervioso, los cefalópodos pueden cambiar de color muy rápidamente. La variedad de diseños y texturas que puede presentar la piel de los cefalópodos es tan grande, que es muy probable que actúe como un órgano de comunicación que sirva para transmitir información sobre el estado emocional del animal, relacionar a los individuos de una misma especie y disuadir a los depredadores.
De hecho, los cambios del color de la piel cumplen una función muy importante durante la época de reproducción. Las sepias, por ejemplo, se reproducen en primavera y verano y durante esta época los machos adquieren la llamada coloración de galanteo, que consiste en rayas como las de una cebra, y siguen a las hembras a todas partes. Los pescadores del Mediterráneo conocen este hábito desde muy antiguo y lo utilizan para pescar jibias con reclamo. Antiguamente ataban una hembra al extremo de una cuerda, la tiraban al mar y la izaban cuando notaban que uno o varios machos se habían abrazado a ella. Aristóteles, autor de la primera descripción de la sepia común, ya mencionaba en sus obras este arte de pesca. Pero en la actualidad los pescadores de Grecia y de las islas Baleares suelen emplear como reclamo un maniquí con forma de sepia en el que incrustan trozos de espejo. Cuando se acercan a la falsa hembra, los machos exhiben su coloración de galanteo y los cambios de coloración se reflejan en los espejos. Al creer que el maniquí les está respondiendo, los machos se abrazan a él con firmeza, momento que el pescador aprovecha para tirar de la cuerda y sacarlos fuera del agua. En algunas zonas de Galicia, como las rías de La Coruña y Sada, también se pescaban jibias con reclamo, que recibían el nombre de “femieiros”.
Los cefalópodos son los invertebrados con el sistema nervioso más desarrollado. A lo largo del proceso evolutivo los diferentes ganglios que lo constituyen se han ido reuniendo en un único centro nervioso que rodea al esófago y que funciona como un auténtico cerebro. Además de controlar la respuestas innatas, el cerebro de los cefalópodos sirve de soporte físico a un comportamiento complejo en el que la memoria y el aprendizaje desempeñan un papel muy importante. Son famosos los experimentos en los que los pulpos aprenden a cruzar un laberinto para conseguir comida, o abren botes con tapón de rosca para hacerse con el alimento del interior. En la naturaleza, los pulpos, las sepias y los calamares, desarrollan complejas estrategias de caza y tienen paradas nupciales muy elaboradas. Además, han desarrollado un sistema de comunicación basado en los cambios de color y textura de la piel.
El cerebro de los cefalópodos recibe información del medio externo a través de órganos de los sentidos igualmente desarrollados. Los ojos de los cefalópodos Coloideos, por ejemplo, tienen una estructura muy similar al de los vertebrados. Es uno de los ejemplos más claros de lo que los biólogos denominan convergencia adaptativa, que quiere decir que dos organismos sin relación de parentesco han llegado a la misma solución para un determinado problema a través de caminos evolutivos diferentes.
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