La lección del monstruo de Los Muermos
Los restos de un cachalote --una masa gelatinosa, inerte y cada día más nauseabunda-- convirtieron una playa chilena en lugar de peregrinación de curiosos y científicos. El chasco llama la atención sobre la falta de educación ambiental.
PUERTO MONTT, Chile.- Los restos de un cachalote (Physeter macrocephalus) confundidos por los lugareños con los de un “monstruo marino” en una austral playa de Chile a fines de junio alertaron sobre la urgencia de profundizar la educación ambiental en América Latina.
“La confusión se dio porque las primeras personas en detectar los restos no eran científicos ni zoólogos, pero también por el morbo popular y la falta de cultura ambiental en nuestra sociedad”, dijo a Tierramérica el biólogo Sergio Letelier, investigador desde hace 11 años del laboratorio de malacología del Museo de Historia Natural de Santiago, la capital chilena.
El equipo de Letelier develó el 9 de julio que el llamado “Monstruo de los Muermos”, una masa gelatinosa, inerte y cada día más nauseabunda depositada en la comuna costera del mismo nombre, en la playa de Pinuno, no era más que restos de un cachalote de aguas profundas.
Un lugareño de Pinuno, en la provincia de Llanquihue, sesenta kilómetros al noroeste de la austral Puerto Montt y unos mil 50 kilómetros al sur de Santiago, dio cuenta a la armada chilena de la aparición de los restos el 26 de junio.
Una semana después la noticia recorría el mundo, acompañada de las primeras conjeturas: una ballena, un pulpo gigante o incluso un monumental calamar.
La playa de Pinuno se convirtió pronto en un foco de peregrinación de científicos y curiosos que llegaron a fotografiarse junto con los restos.
“Nunca habíamos visto algo así”, dijo a Tierramérica el sargento Jaime Aguilera, de la capitanía de Puerto Maullín, el primer efectivo de la marina que constató la presencia de los restos en Pinuno.
“Dios dijo: multiplíquense los peces y los monstruos del mar. Este es un monstruo”, fue la explicación de Pedro Mancilla, dueño de un restaurante de mariscos en Puerto Montt.
Letelier llegó cinco días después de conocida la noticia, recogió una muestra de unos cien gramos de la masa de doce metros de superficie y se la llevó a su laboratorio de Santiago.
No fue necesaria la prueba del ácido desoxirribonucleico (ADN). Bastaron estudios morfológicos y de anatomía para concluir que se trataba de un cachalote, el más grande de los cetáceos dentados, que puede llegar a medir hasta 20 metros de longitud y pesar 70 toneladas.
Se trata de una especie protegida bajo el Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, CITES.
Según Letelier, el ejemplar murió en el mar, no en la playa. Los restos se pudrieron en el agua, se llenaron de gas, el esqueleto se separó y quedó una especie de crema sostenida dentro de una bolsa inflada de piel grasosa, con la apariencia de un pulpo.
Pero para un especialista, incluso un primer análisis visual de la masa era suficiente para descartar que se tratara de un cefalópodo o pulpo gigante, como lo señaló Elsa Cabrera, del no-gubernamental Centro de Conservación de Cetáceos, quien fue la primera en manejar la hipótesis.
“Si resultara ser una nueva especie, ello colocaría a nuestro país en la escena mundial con un gran descubrimiento”, había señalado Cabrera a medios de prensa.
“Un pulpo tiene cabeza, brazos y boca, una especie de doble pico (pico de loro) muy particular. Nada de eso se registraba en los restos”, señaló Letelier, quien está organizando para septiembre una exposición sobre cefalópodos en el Museo de Historia Natural de Santiago.
“Chile es rico en cefalópodos y hace falta mucha información sobre ellos. Esta es una primera iniciativa para promover la educación ambiental, pero requerimos de más recursos y de intercambio con museos y científicos de otros países de América Latina”, dijo.
En abril, pescadores neocelandeses hallaron los restos de un pulpo gigante (de seis metros) en el Mar de Ross en la Antártida. En Chile, se descubrió uno de la especie Dosidicus gigas, de dos metros de largo y 120 kilos de peso.
Si el “Monstruo de los Muermos” hubiera sido, en efecto, un cefalópodo gigante habría representado un gran hallazgo para el Museo de Historia Natural de Chile.
Por ahora, Letelier se conforma con haber develado el misterio, aunque haya quitado alas a la imaginación popular “tan necesaria en este mundo globalizado”, según él mismo reconoció.
* Con aportes de Paulette Dougnac (Chile).
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